El Primer Ministro que se fue a nadar y nunca volvió

Agustín Avenali
6 min readDec 16, 2020

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Lamentablemente, la desaparición de gente que se mete en el mar no es un hecho aislado ni anormal. Pero sí es llamativo que se trate de un Jefe de Gobierno en funciones, que se va a al agua y nadie lo vuelve a ver. Imaginate si pasara ahora… ¡sería re loco! Bueno, pasó. Hoy, en Cosas que no sabías… que no sabías: el Primer Ministro que se fue a nadar y nunca volvió.

Harold Edward Holt nació en Sydney en 1908 pero se fue a vivir a Melbourne de chico, y fue criado más por los abuelos que por los padres. Este dato no tiene nada que ver con lo que voy a contar hoy, pero… nunca se sabe. Se recibió de abogado en 1930, laburó un toque de eso pero enseguida se metió en política, jugando por la derecha, y en 1935, a los 27 años, ya era miembro del parlamento. 27 años y miembro del parlamento australiano. Y vos, ahí…

En 1940, hubo un accidente de avión en Canberra, la capital de Australia. Ahí murieron tres ministros que iban a bordo, lo que dejó el lugar para que nuestro amigo Harold tomara el puesto de Ministro de trabajo y de Ciencia e Industria y comenzara su ascendente carrera. Como dice mi vecina Norma, “una desgracia con suerte”. Con suerte para él, claro. Al año siguiente, el gobierno cambió y Harold pasó a ser la oposición.

En 1948, después de varios años de estar ahí en la rosca parlamentaria, de agitar en las bancas y todo lo que uno hace cuando es la oposición, la coalición formada por su partido pasó a ser gobierno y a Harold lo pusieron en dos carteras. O sea, en dos ministerios, no es que iba adentro de una Louis Vutton todo el día. Se convirtió simultáneamente en Ministro de Trabajo otra vez y de Inmigración. Después, fue tesorero, que es como para nosotros el Ministro de Economía, y líder del bloque parlamentario.

Finalmente, pasó lo obvio en esta carrera tan ascendente de Harold: en 1966, a los 57 años, fue elegido Primer Ministro de Australia. Fue el primero en su puesto en haber nacido en el siglo xx. Si bien venía de la derecha, hizo algunas cosas como relajar la normativa migratoria australiana, que se llamaba “Política de la Australia Blanca” y hasta ese momento sólo permitía inmigrantes blancos y lindos, como si fuera un país hecho por Cris Morena. También llevó adelante el referéndum que recién en 1967 modificó la constitución y otorgó por primera vez derechos a los aborígenes australianos.

Peeeeeero, también se mandó las suyas como sostener el envío de tropas a Vietnam para apoyar a los yanquis y mantener relaciones demasiado cercanas con Estados Unidos, parecidas a nuestras relaciones carnales en los ’90. Fue muy amigote del presidente Lyndon Johnson y eso le trajo bastantes críticas.

Harold Holt había sido desde el comienzo un primer ministro campechano y amigo de las multitudes. ¿El Pepe Mujica australiano? Qué sé yo. Desde el principio se negó a estar custodiado todo el tiempo para no mostrarse alejado de la gente. Pero hubo un par de incidentes a mediados de 1966 que lo obligaron a aceptar la custodia. Primero, un francotirador le reventó una ventana (no sé si tenía mala puntería o sólo quería asustarlo), y después intentaron asesinar al jefe de la oposición, Arthur Calwell.

Después de esto, Harold empezó a moverse con un guardaespaldas mientras laburaba, pero quería que lo dejaran solo cuando estaba de descanso. Años más tarde, su esposa Zara sugirió que hacía esto para tener vía libre y tener sus aventuras extra matrimoniales. Eeeeeehhh, picarón… igual, no sabemos.

Pero bueno, hasta acá, no contamos más que la historia de un político como tantos otros. Quizá ahora podría seguir la solución exitosa de un conflicto, un escándalo de corrupción o la invasión de un país. Pero lo que pasó fue extraordinario.

Además de su pasión por la política, Harold amaba la vida al aire libre. Le gustaba meterse al mar: nadar, bucear y pescar con arpón. Tenía gran capacidad para contener la respiración, y de hecho muchas veces se entretenía en los aburridos debates parlamentarios jugando a ver cuánto tiempo aguantaba sin respirar. Muchos de sus amigos le decían que este hobby de meterse tanto al mar era peligroso. Una vez, Harold le dijo a su secretario, Tony Eggleton: “Tony, dejate de embromar, ¿cuáles son las posibilidades de que un Primer Ministro se ahogue o se lo coma un tiburón?”.

Pero a principios de 1967, la había pasado mal. Se metió muy adentro del mar, se acalambró y tuvieron que sacarlo, con la cara violeta y escupiendo bocha de agua de mar. Días más tarde, comentó sobre eso: “Esto es lo más cerca que estuve de ahogarme en mi vida”. Mmmmm, Harold…

Ese año 67 había sido difícil para Harold, con algunos reveses electorales, así que decidió tomarse un buen descanso a fines de diciembre. El 17 fue a Cheviot Beach, al sur de Melbourne, un lugar que conocía “como la palma de su mano”, según decía. El mismo sitio de donde lo habían sacado violeta meses atrás. Estaba en grupo, pero como el mar andaba medio picado sólo lo acompañó al agua su amigo Alan Stewart. Alan se quedó cerca de la costa, pero Harold se quiso hacer el pistola y se metió cada vez más adentro. De pronto, lo tapó una ola… y no lo vieron más.

La búsqueda de Harold Holt, Primer Ministro de Australia, duró 19 días. Ningún resultado. El cuerpo jamás apareció, pero lo que se multiplicaron fueron las teorías y suposiciones. Hubo quien dijo que Harold se había metido tan al fondo para impresionar a su amante, Marjorie Gillespie, que estaba presente cuando desapareció. Bueno, en este caso la moraleja está clara, ¿no? No te comportes como si tuvieras doce años.

La versión más aceptada es que Harold quedó atrapado por unas algas, murió ahogado y el cuerpo fue rápidamente devorado por tiburones.

Pero por supuesto que hay planteos para todos los gustos. Algunos hablan de suicidio, decían que estaba deprimido e inestable y que sentía que su carrera estaba en declive. Y claro, estamos en los sesenta, plena Guerra Fría, así que las teorías conspirativas no se hicieron esperar: se dijo que lo asesinó la CIA, porque descubrieron que planeaba retirar a las tropas australianas de Vietnam. En la misma tónica, hubo quien aseguró que lo mataron los vietnamitas del norte, los comunistas, por su participación en la guerra.

Otra, más típica: dijeron que había fingido su muerte para escaparse con una amante. Y la que para mí es la más loca de todas: un periodista afirmó que Harold había sido un espía de China durante gran parte de su vida, y que en aquel día de diciembre de 1967 fingió su muerte en el mar, fue rescatado por buzos chinos y llevado a Beijing donde vivió feliz y contento. Zara, la esposa dijo que era ridículo, “porque a Harold ni siquiera le gustaba la comida china”. Qué sé yo.

Esta desaparición obviamente marcó a la sociedad australiana… no es para nada normal que tu Primer Ministro se vaya a pegar un chapuzón y no se lo vea nunca más. Ahora cayó medio en desuso, pero durante mucho tiempo se usaba la frase “hacer un Harold Holt” cuando desaparecías de un evento social. Estabas ahí con la muchachada en el boliche, de pronto te daba sueño y te querías ir, te borrabas sin saludar y decían “eh, ¿dónde se metió?”. “Hizo un Harold Holt”.

Pero entre todos los homenajes que le hicieron, hay uno muy, muy llamativo. Parece joda pero es en serio, eh. Posta. Decidieron recordar a un Primer Ministro que murió ahogado en el mar poniendolé su nombre a… un centro de natación.

Esta historia forma parte del podcast “Cosas que no sabías… que no sabías”, producido por Home Office, la casa de los podcast.

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Agustín Avenali

Flâneur, escritor fantasma, periodista, creador de podcasts. Un buscador de historias. / Flâneur, ghostwriter, journalist, podcasts creator. A story seeker.