El futuro ya no es lo que era
En un momento que de tan lejano pudo haber sido el año pasado o hace ya más de cuatro, Martín y yo recorríamos el oeste en su van.
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Sin señal ni demasiada complejidad tecnológica en los celulares, nos acompañaban cuatro o cinco discos descargados en Spotify que sonaban hasta el hartazgo. "Hasta el hartazgo" es una figura retórica para decir "una y otra vez" o "un montón". Pero la verdad es que no nos hartaba.
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No sabíamos dónde dormiríamos cada noche. Nuestra única certeza era el mar, que siempre viajaba a nuestra derecha. No siempre lo veíamos. Es más, casi nunca lo veíamos. Pero sabíamos que estaba ahí.
Dormir era incómodo. Con cada despertar me crujían las rodillas por haber pasado la noche doblado en el asiento del acompañante. Pero era señal de que había llegado el amanecer y con él la perspectiva de una nueva aventura.
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Lo que iba a pasar cada día era incierto. Pero era una incertidumbre hecha sobre los cimientos de la libertad, una libertad que daba un sentimiento de omnipotencia cuasi juvenil, de pecho hinchado y mirada en el horizonte, sabiendo que estaba todo por hacerse.
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Recordé todo esto ayer cuando escuché una de esas canciones que sonaban una y otra vez pero sin hartar. Me transportó a ese presente total, que lo abarcaba todo, pero que a la vez abría de par en par las puertas del futuro y lo mostraba lleno de posibilidades.
Y qué contraste con este presente, un presente continuo y que todo lo cubre, pero marcado por la repetición absurda y baladí.
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¿El futuro? No sabemos. Sus puertas ya no están abiertas de par en par. Se cerraron. Con llave, con candado e incluso con una cortina bien oscura, para que no se pueda ver por ningún resquicio qué hay del otro lado.
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Y ya no existe esa libertad. No la libertad de tomar una birra a las diez de la noche, esa que reclaman los William Wallace de balcón con sus espadas en forma de cacerola. Hablo de una libertad mayor, de potencia, de posibilidades. Una libertad de hacer, de crear, de sentir que las cosas van hacia un lugar.
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Hace muchos años que no veo El día de la marmota, pero siento que no me hace falta.